lunes, 28 de febrero de 2011

Madame Edwarda

" Los talones de Madame Edwarda sobre el suelo embaldosado, el contoneo de ese largo cuerpo obsceno, el acre olor de mujer que goza, humeando para mi, ese cuerpo blanco... Madame Edwarda iba delante de mi... en nubes."

El erotismo hace parte de los sentidos es una experiencia que va mas allá de lo físico, en esa lectura podemos internarnos por completo, imaginamos, recreamos cada palabra de la lectura, lo sentimos, lo vivimos.
Es la necesidad de estar dos cuerpos unidos, ligados uno a otro como una depredación de palabras, miradas, gestos, sensaciones, todo esto nos ayuda a ir mas allá a tener esa experiencia indispensable para comprender el erotismo y cada vez zambullirnos en el placer.

Análisis e Interpretación

1. Identificar del sentido del cuento de Millas.

En el texto de Millas "Ella me esperaba en la farmacia" nos mostraba claramente el complejo de Edipo, como el hijo se enamoro profundamente de su madre, Como este mismo personaje venia con múltiples problemas desde su infancia y saciaba todos estos deseos con la obsesión metódica de toda su vida, fantaseaba con ser un amante empedernido de su madre.

2. Identificar el tema y la tesis de Bataille en su texto.
Nos habla de la experiencia como fundamento para hablar del erotismo y la religión, hay algunos obstáculos para la experiencia y esta en el campo de la prohibición, experimentamos, en el momento de la transgresión, la angustia sin la cual no existiría lo prohibido: es la experiencia del pecado. Habla también de la diferencia entre animal y hombre y como el hombre es el que obtiene el erotismo.

3. Relación de ambos textos.

Con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta que las prohibiciones en el ser humano están al orden del día, somos nosotros mismos los que nos cohibimos con muchos aspectos de erotismo, por un lado hay seres que van mas allá, se internan en sus pensamientos en sus deseos a veces reprimiéndolos otras veces sacándolos a flote pero con maldad y sin ser capaz de controlar sus impulsos, y por otro lado hacemos del erotismo un estilo de vida, una necesidad infinita en el hombre, un deseo insaciable, un gusto, una tradición.

"Tu mas profunda piel" Julio Cortázar


1. ¿De que trata la narración?

De un personaje bohemio que en medio de la noche, el humo del cigarrillo y el licor trae a colación recuerdos de un amor que vivió en un pasado, recreado de nuevo esos momentos de lujuria y placer infinito.

2. ¿Que figura metafórica opera en la narración?

No eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como imagen y contacto, y sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me devuelven el instante en que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las llaves de pasaje, forzar el dulce trecho donde tu pena tejía las últimas defensas ahora que con la boca hundida en la almohada sollozabas una súplica de oscura aquiescencia, de derramado pelo.

3.Describir los elementos compositivos de la narración

En la narración hay dos personajes, un hombre quien es el que narra la historia en primera persona y la mujer quien es la musa y la persona con la que desarrolla toda esa noches de fogosidad.

4. ¿Que nos hace pensar lo narrado por Cortázar?

Siempre en nuestras vidas tenemos a personas que nos van a marcar de por vida ya sea porque recordemos el aroma que lo impregnaba, el color de su cabello, el sabor de sus besos o el movimiento de su cuerpo, Lo guardamos en lo mas profundo de nuestras mentes, donde tenemos la capacidad de dejarlos fluir y embriagarnos de nuevo en los recuerdos.

5.¿Que función cumple el titulo de la narración en el tejido de lo expuesto?

El titulo es el indicio, es el preámbulo a la imaginación y al contenido de la narración.

domingo, 13 de febrero de 2011

Tu más Profunda Piel


Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde estés- es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa, en los dedos y que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las sábanas.

No me mires desde la ausencia con esa gravedad un poco infantil que hacia de tu rostro una máscara de joven faraón nubio. Creo que siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que eso, pero en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más preciso fue esa cama donde lentas, imperiosas geografías iban naciendo de nuestros viajes, de tanto desembarco amable o resistido de embajadas con cestos de frutas o agazapados flecheros, y cada pozo, cada río, cada colina y cada llano los hallamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados o enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de un efímero encuentro.


Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un instante que es como un vórtice, sé que dijiste " Me da pena, y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela, hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la boca más que el negro nido de tu pelo.

Dijiste "Me da pena, sabes", y volcada de espaldas me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar un último deseo con el correr de las manos por las más dulces colinas, sintiendo como poco a poco cedías y te echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pena, y de esa pena iba a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes de que otro acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje hurtado y prieto que se llegaba al goce de mis labios mientras desde tan allá, desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa abandonada.

Con el perfume del tabaco rubio en los dedos asciende otra vez el balbuceo, el temblor de ese oscuro encuentro, sé que una boca buscó la oculta boca estremecida, el labio único ciñéndose a su miedo, el ardiente contorno rosa y bronce que te libraba a mi más extremo viaje. Y como ocurre siempre, no sentí en ese delirio lo que ahora me trae el recuerdo desde un vago aroma de tabaco, pero esa musgosa fragancia, esa canela de sombra hizo su camino secreto a partir del olvido necesario e instantáneo, indecible juego de la carne oculta a la conciencia lo que mueve las más densas, implacables máquinas del fuego. No eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como imagen y contacto, y sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me devuelven el instante en que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las llaves de pasaje, forzar el dulce trecho donde tu pena tejía las últimas defensas ahora que con la boca hundida en la almohada sollozabas una súplica de oscura aquiescencia, de derramado pelo. Más tarde comprendiste y no hubo pena, me cediste la ciudad de tu más profunda piel desde tanto horizonte diferente, después de fabulosas máquinas de sitio y parlamentos y batallas. En esta vaga vainilla de tabaco que hoy me mancha los dedos se despierta la noche en que tuviste tu primera, tu última pena. Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume de tu carne más secreta, quisiera no abrirlos a este ahora donde leo y fumo y todavía creo estar viviendo.

Julio Cortázar